Sorpresas aparentes y grandes distancias en la explosión del mercado Fintech

Para saber si uno de los términos de moda desde hace unos años, Fintech, es algo más que un vocablo de fortuna, hagamos un paralelismo más o menos visual de cuál es la inversión global estimada en este sector. Por ejemplo, tracemos una línea recta entre dos ciudades más o menos conocidas: New York (Estados Unidos) y Addis Abeba (Etiopía). Es una línea recta de algo más de 11.000 kilómetros.
Ahora pongamos a lo largo de esa línea billetes de un dólar hasta alcanzar una altura de mil billetes; es decir, mil dólares repetidos en bloques uno detrás de otro desde New York hasta Addis Abeba. Juntemos todo ese dinero en una cifra: 73.500 millones. De dólares. Pues esa es la cifra de inversiones que se acumuló en Fintech… ¡solo en los tres primeros trimestres de 2019!, según una infografía elaborada por Capgemini y EY y recogida por la web Visual Capitalists, que permite hacerse una idea rápida de hasta qué punto este sector de actividad es algo más que una moda pasajera o un golpe de fortuna en la economía mundial.
La llamada de atención sobre la “explosión” Fintech en 2019 está justificada porque se considera que ha sido el año de los “mega-deals”, es decir, los grandes acuerdos. De ahí esa cifra, esos más de 11.000 kilómetros a golpe de bloques de mil dólares que se han invertido en solo nueve meses por parte de fondos de inversión, capital privado y operaciones de fusiones y adquisiciones. Fidelity Investments ha sido el rey de todas esas inversiones, merced a la adquisición de Worldpay para formar un conglomerado valorado en 43.000 millones de dólares.
La adopción Fintech no conoce fronteras y esa explosión ha puesto sobre el terreno de juego a algunos líderes que podrían parecer insospechados a quienes no hayan seguido el transcurso de los acontecimientos en este sector: China e India lideran el mapa con un 87% de su ciudadanía que ha usado al menos una vez un servicio fintech, y les siguen y no a mucha distancia otros dos mercados relativamente sorprendentes, como son Rusia y Sudáfrica, con un 82% en ambos casos.
Las sorpresas no acaban aquí, pues los dos siguientes puestos van para Colombia (76%) y Perú (75%), y tenemos que bajar hasta el séptimo puesto para dar con un país “occidental”, como es el caso de Holanda, con un 73% de implantación de este sector. Y, quién podría imaginárselo salvo los especialistas en la materia, el siguiente en la lista es España, con una adopción del 56%, la más alta de los del grupo por debajo de los líderes, bastante por encima de la potencia norteamericana (apenas un 46% en EEUU), y de nuestros vecinos franceses (35%).
¿Qué es lo que hay detrás de estas posiciones aparentemente inesperadas? Pues en gran medida la finalidad para la que se están usando los servicios Fintech, que están dominados por los pagos y envíos de dinero. Son las utilidades líderes al menos desde 2015, pero año a año no hacen más que consolidar dicha posición, hasta el punto de que su adopción media a escala global es del 75%. Algo por debajo del 50%, aunque ganando recorrido en los últimos años, encontramos los seguros; y en posiciones más retrasadas, en torno al 30%, nos encontramos servicios relacionados con ahorros, inversiones, presupuestos, planes financieros y préstamos.
A nivel geográfico también es muy llamativa la evolución en las inversiones respecto al origen de las startups volcadas en Fintech. Si hace 10 años el grueso de las compañías de nueva creación que llamaban la atención de los inversores eran norteamericanas (8 de cada 10), ese peso en el mercado ha decaído hasta representar algo más del 30%. El lugar mayoritario lo han ido ocupando las startups asiáticas, que han visto crecer su presencia desde un porcentaje testimonial en 2009 hasta representar más de la mitad de las inversiones (un 55%) en el año 2018. Por su parte, las europeas van sufriendo vaivenes: tan pronto suponen un porcentaje estimable del 20% (2010, 2017), como caen a cifras cercanas al 5% (2015, 2018).
Además, en el vendaval Fintech vale la pena también fijarse en el impacto que suponen sobre la actividad bancaria tradicional, a partir de las impresiones al respecto de los propios ejecutivos de banca. El mayor impacto se produce, en línea con la utilidad más demandada de las Fintech, en los servicios de pago online y mobile, según sostienen dos de cada tres ejecutivos (67%). También otros servicios de pagos “tradicionales”, como las tarjetas, sufren un alto desgaste (63%), mientras que en opinión de los ejecutivos los sistemas de gestión de patrimonios y activos serían los menos afectados, con apenas el 8%.
Los datos más relevantes se completan con dos apuntes: casi una cuarta parte de quienes no han utilizado servicios Fintech basan su decisión de mantenerse con su proveedor financiero tradicional en una cuestión de confianza. Frente a esa realidad, 1 de cada 3 encuestados a escala global (sobre un total de 27.000 encuestados), afirman que consideran un proveedor nuevo si ello les permite ser beneficiarios de nuevos servicios.
Todas estas cifras acercan más que nunca a la industria bancaria tradicional la realidad de un fenómeno disruptivo con única alternativa: sumarse, como ya lo vienen haciendo la mayoría de las grandes organizaciones. Como consejo válido en tiempos tan cambiantes, tanto para los nuevos players como para los agentes tradicionales, y ya que al principio de estas líneas hablábamos de distancias, bien vale la pena rescatar aquella máxima de José Ortega y Gasset: “De querer ser a creer que se es ya, va la distancia de lo trágico o lo cómico”.
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